América Latina es un continente de naciones emergentes, sin embargo, la distribución de ingreso en la región sigue siendo la más desigual de todos los continentes. En contraste con el tratamiento de choque económico de las políticas de libre mercado “neoliberales” impuestas por el Banco Mundial y el FMI a fines del siglo 20, que en realidad aumentaron la desigualdad en la región, uno de los métodos más populares de la lucha contra la pobreza adoptado por esta nueva generación de políticos ha sido la de redistribuir la riqueza a través de transferencias monetarias condicionadas (TMC), en los programas que ahora benefician a unas 110 millones de personas en la región.
Los programas TMC, un invento de las democracias de América Latina, cambian de nombre en diferentes países, como Bolsa Familia en Brasil, Juntos en Perú, y Familias en Acción en Colombia, pero todos comparten rasgos comunes: Se centran en las mujeres amas de casa y madres que viven en condición de pobreza, a las cuales se les otorga un pequeño sueldo mensual a cambio de acceder a condiciones básicas – mantener a sus hijos en la escuela hasta que cumplan 18 años y llevarlos a los centros de salud de manera regular a partir del nacimiento, verificado mensualmente por las escuelas y clínicas y documentado en una base de datos central nacional.
Sin embargo, la logística necesaria para entregar estos TMC a los destinatarios y verificar que se cumplen las condiciones son enormes – sólamente en Brasil el gobierno ofrece el servicio a más de 12 millones de familias todos los meses, convirtiéndolo en el programa más grande del mundo. Con el fin de hacer posible la entrega de fondos para tantas millones de madres, los gobiernos han tenido que trabajar con instituciones financieras para canalizar los pagos a cuentas bancarias individuales que fueron abiertas para cada madre, en efecto, dando cuentas bancarias y tarjetas de débito a personas que nunca antes habían tenido tenido acceso al sistema financiero tradicional. Esto ha creado una “capilaridad” electrónica en el sistema de entregas de TMC en una escala masiva que nunca se había visto antes . Y ahora la tendencia se está moviendo a la entrega a través de banca móvil a través de los teléfonos celulares de los destinatarios, aumentando aún más la eficiencia de escala.
Con estos nuevos sistemas capilares de cuentas bancarias llegando a decenas de millones de personas pobres, los economistas activistas vieron la oportunidad de pegarse a los programas de TMC con su propia idea audaz: ¿y si convencemos a las madres de que abran cuentas de ahorro y empiecen a crear bienes, y les damos educación financiera?¿Qué pasaría si las madres no solo son vistas como vehículos que administran los fondos para aumentar el consumo, pero se les enseña a construir bienes para que logren llegar a la estabilidad financiera?
Nuestro alcance en torno a PUNTO DE QUIEBRE comparte información sobre cómo los empresarios sociales detrás de estas innovaciones en la evolución de los programas de TMC de la Fundación Capital están trabajando desde el suelo, cómo se está empoderando a las mujeres que participan y los desafíos que se les presentan al volverse políticamente activas y se enfrentan con las estructuras socio-económicas de sus sociedades, desde el nivel local hasta el nacional.
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